Soy una persona a la que le chiflan/pirran/encantan los juegos de palabras. Por poneros un ejemplo, el otro día estaba en clase algo aburrido – ya sabéis que el aburrimiento es el suelo fértil de la inspiración – y me vino el siguiente juego de palabras de repente. Os lo planteo a modo de acertijo:
«Piropo que la iglesia no aprueba» ———–> Solución: Sacrielogio (Sacrilegio + elogio)
En las conversaciones e incluso estando solo, mi mente inconscientemente busca crear combinaciones de palabras, anagramas, chistes lingüísticos, etc. Esta habilidad que a priori parece reservada al ámbito del ingenio y del humor me obsequió hace unos días con una reflexión muy interesante:
Iba caminando por la calle, no recuerdo si iba pensando algo en particular. De repente mi mente volviendo sobre los pasos de mi ruptura reciente, empezó a divagar sobre el amor; en particular sobre el «el amor para toda la vida» y que este no existía, al menos tal y cómo yo lo había imaginado hasta hacía poco tiempo. Pero,… ¿y si existía de otra manera? ¿y si lo había enfocado mal?
Y entonces…CHAS! El ingenio hizo el resto. Tal vez no existía «el amor para toda la vida» sino «toda la vida para el Amor»…
«Toda la vida para el Amor»… Sería maravilloso poder compartir la vida con «esa» persona. Pero en la mayoría de los casos compartiremos nuestra vida con varias personas. Y aunque un amor en particular florezca y se marchite, el Amor nunca lo hace, si le abrimos la puerta.
La vida es una continua oportunidad para amar.
Y no hablo sólo del amor romántico, de la relación de pareja. Hablo de amar (a cada cual en su magnitud) a los padres, a los hijos, a los hermanos, a los abuelos, al resto de familiares, a las amistades, a los compañeros de trabajo, a los vecinos… a los que están y a los que se fueron… a los que nos son cercanos y a los que no lo son tanto pero necesitan de nuestro amor (los enfermos, los desamparados, los refugiados…). En definitiva, amar a las personas que se cruzan en nuestras vidas. Incluso en el caso de alguien desconocido con quién nos cruzamos por la calle, una sonrisa honesta es una muestra de amor. Ser amable, cívico, reciclar, hacer voluntariados…
Y no sólo, pero también hablo del amor romántico. Porque aunque las nubes de la ausencia y del dolor lo tapen, el sol del Amor no deja de irradiar jamás.
«Toda la vida para el Amor». Debo darle gracias a mi in-genio (¿genio interior?), por esa ocurrencia tan reveladora…
Imagen extraída de: http://theromantic.com/stories/games/games19.htm
Encantado, María. Otro abrazo para ti 😉
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Llámame María, me encuentras al borde dedesprenderme de la «J»… de Jesús. Un abrazo
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De eso se trata, ¿no?
Me he dado una vuelta por tu blog y me ha gustado. Te sigo 😉
PS: Me llamo Carlos. Tú… ¿Maria José?
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Tu «in-genio» es realmente inspirador como interesante leer tus reflexiones. Gracias por compartirlo.
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Pedro Salinas decía: «No quiero que te vayas dolor / última forma de amar» … Amamos siempre, aun cuando sufrimos (o deberíamos), de lo contrario, estamos profundamente muertos por dentro. Me ha encantado esta sincera, sencilla y sentida exaltación del amor.
Saludos
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No quiero que me quieras toda tu vida, quiero que me quieras lo que dure la mía. Frases bellas de amor. Un saludo.
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Me solivianta a la par que me deleita su estilo, damisela.
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Tarea de investigación jeje 😉
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¿Cuál es cuál?
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Que bonito lo que dices. El amor sin duda es lo que lo mueve todo.
Amor Eros, amor philia, amor storgé y amor ágape 🙂
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Me enamoré de tu entrada.
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Me encantó. Vivamos la vida para el amor, jajaja.
Un gusto leerte.
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