Es conocido entre mis amistades (y entre alguno de mis enemigos, los más selectos) que me levanto a menudo en plena noche para hacer una visita fugaz al excusado y para la posterior rehidratación de rigor en la cocina. En mis paseos nocturnos he desarrollado a habilidad de desplazarme por la casa de forma sinuosa y subrepticia en una penumbra densa que raya la oscuridad más absoluta.
Da la casualidad que para estas fiestas el muérdago decidió cambiar su ubicación tradicional por una más innovadora (probablemente influenciado por el «discurso emprendedor» que nos irradia a todos en nuestros días): pasó de estar sobre el dintel de la puerta del comedor a vivir colgando de la lámpara del recibidor.
Podría parecer esta una modificación menor. El problema es que ese cambio provocó una ligera variación en la altura a la cual se situaba el muérdago, haciéndolo coexistir en el espacio que mi estructura ósea requiere para moverse en posición bípeda: me chocaba con él al pasar.
Por suerte, el muérdago ya se fue hasta el año que viene. Sin embargo todo el conductismo experimentado de día y sobretodo de noche durante ese período (a base de ensayo-error e incluyendo no pocos sobresaltos en mis paseos nocturnos) ha hecho mella en mí: Aprendí a agacharme al pasar y lo sigo haciendo inconscientemente (sobretodo de noche, cuando ni veo ni recuerdo la ausencia del muérdago).
Aunque pueda parecer una anécdota curiosa más, debo confesar que siento una cierta frustración al comprobar que un pequeño trozo de vegetación ausente es capaz de esclavizar mi comportamiento tiempo después de su partida.
Y es entonces cuando pienso: si una pequeña planta que solo convive con nosotros unas pocas semanas al año es capaz de condicionar así nuestro comportamiento, ¿cuánto no estaremos condicionados – muchas veces sin darnos cuenta – por los espacios, los objetos, las personas y las situaciones que nos rodean, o que incluso ya ni están en nuestras vidas?
¿Cuanto tiempo más… vamos a seguir esquivando fantasmas?
Imagen extraída de: http://www.lachicadelacasadecaramelo.com/2012/12/nuestra-decoracion-navidena.html
Por supuesto 😉
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Escribir tampoco es una tarea fácil. Sin embargo decidimos emprenderla.
Todo es ponerse, ¿no?
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Nuestro comportamiento siempre estará condicionado, instintivamente, por todo aquello que le rodea. Sería necesaria una buena introspección para identificar los comportamientos condicionados y razonar sobre ello, si nos limitan o no en nuestra esencia. Difícil tarea. Creo yo. Besazos!!!
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Me alegro de que te sirva y de que te haya gustado 😉
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yo (corrección)
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Leer este tipo de reflexiones siempre me ha hecho pensar. Generalmente no ponemos atención a este tipo de comportamientos hasta que alguien lo advierte y llo reflexiona de manera magistral, como lo has hecho tú. Hay que evitar los fantasmas, los externos pero especialmente los internos que muchas veces nos impiden seguir adelante. Te felicito y te agradezco por esta reflexión tan importante, especialmente en este momento de mi vida.
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Buen apunte. Touché. Siempre hay perspectivas del cubo que no vemos…
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He estado desde hace un tiempo muy ocupado y no he podido dedicarle todo el tiempo que me hubiera gustado a estar por aquí, así que he hecho una pequeña ojeada a tu nuevo contenido. Fíjate tú, que hay costumbres que no sólo no nos limitan, si no que expanden nuestras lindes personales. Leer blogs como el tuyo, es una de mis favoritas y que había echado de menos en mi ausencia temporal por este mundillo. ¡Un abrazo muy fuerte!
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La rutina tiene un sentido funcional. Pero hay que ser consciente de lo que se hace para no caer en automatismos vacíos.
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También se puede ver como un método de supervivencia, el ser humano por inercia se adapta. Sobre todo tratamos de avanzar sobre los muros de nuestro entorno y más todavía si obstaculizan una costumbre, que para bien o para mal, por gusto o por obligación, llevamos a cabo.
Me encantó el texto 😊.
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El exceso de costumbres es una carcel que nos priva de vivir nuestra vida de forma creativa.
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Esquivando comportamientos para no molestar, el ser humano, animal de costumbres…
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